martes, 9 de abril de 2013

working



–¿Por qué ese árbol tiene flores pegadas? ¿Es que no le salen solas? –dijo Michelle mirando a su hermano mayor.
–La gente le pega flores al árbol porque ahí ha muerto alguien. Así le recuerdan –en cuanto lo dijo se arrepintió. No debía haber dicho “muerto”, debía haber dicho “tenido un accidente” o algo más suave. O quizá debería haber inventado otra cosa, una historia que no tuviera nada que ver. Ella aún era pequeña.
–¿Y por qué no le recuerdan donde nació? Eso sería más bonito. Es muy triste acordarse todo el rato de dónde murió un abuelito, un papá o una mamá, ¿A que sí?
–Sí –respondió él. Y la verdad es que tenía mucha razón. Pensó que quizá la gente se revuelca tanto en la muerte para intentar adaptarse a la nueva situación. Luego pensó en papá y mamá, e intentó recordar dónde habrían nacido cada uno. Deseó que Michelle no estuviera pensando también en papá y mamá.
–Deberíamos quitar esas flores de ahí y pegarlas en el árbol donde nació –dijo ella sonriendo.
–Cariño, las han pegado en el árbol porque murió ahí. No es que las flores se tengan que poner en los árboles. Por ejemplo, si las quisiéramos poner donde nació, habría que pegarlas a, no sé, una cuna de bebé o algo así. ¿Lo entiendes?
Michelle se quedó pensando. Cuando pensaba siempre mordía la punta de su dedo índice y miraba tan hacia arriba que parecía que estuviera intentando ver detrás de su propia cabeza.
–Pero entonces –dijo ella al fin–, ¿dónde van a pegar las flores cuando se muera el árbol?
[...]

(Pequeño fragmento)

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